Muchas veces los profesores de nivel medio o polimodal toman contacto con la angustia de sus alumnos frente a la situación de elección vocacional. En otros casos muestran desconcierto ante el aparente desinterés o la apatía que los adolescentes manifiestan en torno a su futuro.
Sin duda muchos profesores eligen asumir un rol activo e intentando dar respuesta a las demandas de los alumnos, ofrecen sus opiniones, experiencias y sugerencias. Se acercan a aquellos que perciben más confundidos enunciando “lo que deberían hacer”. Estas actitudes son muy valiosas ya que dan cuentan de la gran empatía de estos educadores. Sin embargo, es fundamental evitar que la confusión y angustia de los alumnos los invada, generando intervenciones inadecuadas que son el producto del deseo del docente de controlar su propia angustia (surgida al identificarse con el adolescente).
La angustia y la confusión son parte del proceso interno de búsqueda vocacional. Estos sentimientos revelan que el adolescente es capaz de “inquietarse”, preguntarse por su futuro, por su lugar frente a los otros. Estos cuestionamientos deben ser tansitados de acuerdo al ritmo personal de cada individuo y es conveniente que los adultos respeten esa búsqueda subjetiva, tolerando la ansiedad que pueda provocarles. Es decir, muchas veces somos los adultos los que no aceptamos la confusión adolescente y exigimos una resolución (sea ésta auténtica o no). En aquellos jóvenes en donde la apatía es el rasgo predominante, por el contrario, la intervención del docente motivando los cuestionamientos puede constituir un disparador no sólo necesario sino indispensable.
Pero, más allá de este acompañamiento natural que surge del diálogo cotidiano con nuestros alumnos a través del dictado de las clases de cada asignatura, el docente de nivel medio cumple una función central como orientador vocacional, muchas veces sin ser conciente de ello. Independientemente de la existencia, o no, de un espacio destinado especialmente al trabajo sobre la problemática vocacional-ocupacional (por ej. a través de talleres coordinados por un tutor o especialista en orientación), todo docente constituye un modelo para el alumno y se erige como un representante de un determinado campo de la realidad, a través de la materia que imparte. Esto significa que no sólo se convierte en un mediador entre el jóven y ese campo específico del saber (por ej: matemática, física, música, historia…) sino que además debe asumir la responsabilidad de proveer la información necesaria para ampliar las imágenes ocupacionales de sus alumnos.
La asignatura que cada docente enseña no constituye un saber aislado: es fundamental explicitar la inclusión de ese saber en otras disciplinas y su relación con los diversos roles ocupacionales-profesionales ligados a tal campo del conocimiento, ya que seguramente el docente es quien mejor conoce esas relaciones ocultas para el alumno. Por ej, quien dicta física apelará a su creatividad para dar cuenta progresivamente de la relación de esta asignatura no sólo con la Licenciatura o Profesorado en Física, sino con carreras menos conocidas por los alumnos tales como Geología, Ciencias de la Atmósfera, Ingeniería Hidráulica, Técnico Superior en Energía, Astronomía…
La indagación de estos variados quehaceres profesionales posibiltan visualizar la relación entre los saberes teórico-prácticos, insertados en el contexto socio-económico que constituye el mundo laboral, aún oscuro y distante para nuestros jóvenes alumnos.