Una particularidad de los procesos de orientación vocacional actuales es que se despliegan en un contexto socio-económico caracterizado por la incertidumbre.
Es de público conocimiento que el mercado laboral ha cambiado, y que no sólo el temor al desempleo es una constante sino que las condiciones de contratación, las exigencias y la movilidad laboral son sumamente diferentes que décadas atrás.
A principios del siglo XX el trabajador debía tener un oficio surgido de un aprendizaje largo y metódico. Con el fordismo se producen cambios profundos en la producción, se corre el acento del oficio al puesto de trabajo: el trabajador sólo realiza operaciones elementales al ritmo que impone la cadena de trabajo siendo central la posibilidad de adaptarse a las condiciones laborales del grupo de empleados y el ambiente de trabajo. En las últimas décadas el desarrollo de la informática constituye uno de los factores principales en la evolución de la organización del trabajo. Se requieren habilidades específicas, distintas a las de la época de los oficios: el trabajador posee competencias y es capaz de desarrollar nuevas. A diferencia de las aptitudes, las competencias están relacionadas con el contexto en el que se manifiestan por eso el acento está puesto en las interacciones profesionales. Más recientemente la aparición de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, la globalización del capital y del trabajo llevan en nuestros días a la convivencia de mercados paralelos. La presencia del empleo precario y las transiciones profesionales que no corresponden necesariamente con una carrera ascendente, son los emergentes de nuestra época. Las prácticas en orientación contemplan entonces todos los modelos laborales anteriores, siendo la transición el rasgo central al cual hay que hacer frente.
La carrera ocupacional-profesional difícilmente esté sujeta al crecimiento dentro de una única empresa o institución, es más, esta posibilidad incluso podría ser eventualmente evaluada como un signo negativo que denota escasas iniciativa, tendencia a la actividad y motivación personal. El empleo, entendido como una actividad con un horario y sueldo fijo, así como con funciones claramente asignadas está desapareciendo, pero dando lugar a otro tipo de tareas con encuadres más flexibles, con exigencias y objetivos más variados.
El mercado laboral exige hoy una gran versatilidad: demanda personas capaces de adaptarse a los cambios y de integrarse en contextos socio-culturales diversos. Personas abiertas a los desafíos, al trabajo en equipo, proactivas y dinámicas. Sin duda estos criterios, que conforman la escala de valoración que suelen utilizar los selectores de personal, deberán aplicarse también de manera creativa y flexible ya que los diversos perfiles profesionales encierran diferencias sutiles y particulares. Para colaborar en la obtención de un trabajo acorde con los deseos, es fundamental conocer las modalidades laborales que existen en la sociedad en la cual nos hallamos insertos. Algunos investigadores (como el experto norteamericano Robert Reich) categorizan el trabajo en las sociedades occidentales refiriéndose a tres amplios tipos de trabajo:
Los servicios rutinarios de producción, propios de las industrias tradicionales. Los requisitos son básicos, fundamentalmente la capacidad para cumplir directivas.
Los servicios en persona, se trata de tareas simples y repetitivas que se ofrecen cara a cara. Por ej: peluqueros, cajeros, enfermeros, vendedores minoristas, etc. Responden a las directivas de un jefe y a ciertas normas de la organización a la que pertenecen.
Los servicios simbólico-analíticos, son actividades de intermediación estratégica, identificación y resolución de problemas. Ej: investigador científico, planificador de bienes raíces, experto en relaciones públicas, asesor legal, asesor financiero, consultor en sistemas…Tienen socios o colegas en lugar de jefes o supervisores, suelen ser profesionales que requieren una formación avanzada en los campos sobre los que operan y una variada gama de competencias.
Es evidente entonces que la estructura de la producción y el empleo ha cambiado. La educación y la orientación vocacional actual deben brindar respuestas en este entorno: apuntar a formaciones versátiles motivando a los individuos a ser concientes de que deberán emplearse en distintas tareas y ocupaciones. En momentos de cambio permanente podría ser algo contraproducente especializarse prematuramente. El objetivo es lograr formaciones más polivalentes, con salidas laborales múltiples para favorecer la ubicación progresiva en el mercado ocupacional a través de los sucesivos pasos de capacitación.